Wednesday, March 29, 2006

DESDE EL LIMEN DEL LIMBO. Zoo

Me aburro tanto en este cubículo
Otra vez el sol penetrando a rayas sobre mi cara... Está amaneciendo y me aburro tanto en este cubículo, que las viejas imágenes y olores que me llevaban a sentirme bien apenas si hacen mella ya en mi memoria. Hace tanto tiempo que he perdido la esperanza de que el amanecer me lleve a esperar otra cosa distinta a este mundo reducido a contemplar caras y a oír grititos mudos de seres grandes, o grandes risas de seres pequeños, que estoy perdiendo el apetito. ¿Serán siempre los mismos o irán variando?

Ya se oye el viejo chirriar del metal abriendo las puertas. Pronto aparecerán y cuando el sol esté en lo más alto serán muchos los que desfilarán, curiosos, ante mis ojos. Yo me situaré, como siempre, sobre el neumático viejo, haciendo como que no les veo. Luego, subiéndome a un árbol, me dejaré caer descuidadamente. Ese es el único momento alegre del día: el contemplar cómo se arremolinan preocupados, con una mueca de envidia en sus ojos por mi agilidad.

Sí, es cierto que podría departir con mis compañeros, pero ellos siguen aún pensando que el mundo gira a su rueda. Se colocan todos al lado de la verja, mendigando los cacahuetes y gusanitos que, no siempre, ellos tienen preparados para la ocasión. ¡Qué pena me dan todos, tan elementalmente huérfanos de orgullo que ya no distinguen lo bueno de lo malo, el mismo orgullo del ego...! Yo no... Yo sigo, desde la altura de mi rama, pudiendo descifrar el olor de un mar lejano, y tras él, de una enjambre de árboles sobre los que descansar. A veces ayuno durante un par de días, y entonces todos mis sentidos se encienden... ¡Ay! Entonces me siento tan yo que mis gritos alertan a los que viven detrás de mi verja. Los demás no me entienden...

Un día apareció tras mi celda una niña de mirada vivaz, de pelo castaño y sonrisa amplia. Simplemente me miró, dibujando con sus ojos mi vida. Todos los días la espero, pero hace tiempo que dejó de venir, porque tras quince años de cautiverio se ha convertido en unos tejanos ajustados. Su pelo ya no se deja mecer por el viento y su mirada se ha apagado. Siempre me observa a mí, nunca al resto... Eso me gusta...

Lo que peor llevo son las fotografías. ¡Si al menos pudieran respetar mi intimidad en la satisfacción de las necesidades propias, es decir, como mínimo en las fisiológicas...! No sé qué atractivo verán en mí, la verdad, yo que desde mi jaula, más que un vulgar mono, soy un auténtico león. En fin, tampoco os creáis que padezco de alguna esquizofrenia rara, aunque a veces dudo de mi salud mental porque, si estuviera libre, montaría un zoo en el que todos los carnívoros convivieran con sus víctimas. No sé, me parecería, aun a riesgo de dar ideas que me cuesten la vida, que sería, como mínimo, menos aburrido que lo de ahora...