RETRATOS DE RETAZOS. El viento infamante
El viento es atronador, infamante, traicionero. Silva amenazando la tranquilidad de mi cuarto. El cálido sentido de la protección no es más que un juguete en manos del poderoso viento. Recuerdo que en una noche como hoy, con luces chispeantes en lontananza, los árboles comenzaron su marcha. Quizás estaba delirando, quien sabe si de amor, o de amores, pero en mi visión de mente húmeda también un taxi dejaba el colorido verde del libre. En mi boca latía el sabor extraño de la naranja. Como siempre, encendido y sólo, el cigarro se dejaba quemar en su infierno. Los erguidos árboles ya estaban cerca, y poblaban de negro la noche con sus sombras. El remordimiento me vino a los ojos y lo esquivé el tiempo preciso para seguir la historia. Hoy había visto sangre roja manchando, como siempre mi alma. Cansado y sólo, pero relajado; sin fuerzas con que revelarme al destino de mis dedos, seguí pulsando en el lienzo de mi vida. Quedaba poco tiempo. En un instante un haz de aire había estado a punto de quebrar mi suerte. La luz seguía constante, pero mis ojos ya no la recibían. Ví sus ojos, negros en la noche; almendras de día. Vi su semblante de amor, o de compansión, o de pena, o de apoyo, o de... dejé de ver sus ojos y pensé en el más allá de ellos. No creí que el tiempo hubiera llegado ¿Llegará? ¿por qué tiene que llegar? La respuesta me vino a tiempo. El primero de ellos había dejado caer su peso atroz sobre mi pecho. Sólo sentía una ligera presión. Sus hojas me cubrían, y comenzaba a notar su aspereza por la piel de mis hombros. El negro de la sombra llenaba lentamente mi retina; yacía y seguía pensando mientras la pequeña luz me alumbraba. El úlimo rayo se fue con la llegada de un frío.
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