RETRATOS DE RETAZOS. Rutina
Rutina
La rutina es una máquina de escribir vieja y desgastada, llena de tornillos que el tiempo se encarga de aflojar y de apretar... La rutina te envuelve en sus tristes y grises manos, y como el humo denso hace que la piel se agriete, se llene de esporas que se enraizan en lo más profundo del alma...
La rutina te envuelve, sí, como el fuego apagado que sólo expulsa humos negros... La idea de la rutina no existe... antes de que se aparezca, el tiempo pasa dejando su estela de periódicas obligaciones... Es fácil romper con la cobardía, pero la valentía de romper con el día a día se escondió detrás de un muro de preciosas piedras, cada vez más pulidas, casi aúreas que se engorda y crece hasta no dejarte ver el cielo...
Un día se me cayó la rutina encima, y ni siquiera me di cuenta... Comencé a vivir dentro del muro; el aire también era respirable y simplemente me senté a esperar entendiendo que el golpe de luz estaría siempre en la próxima parada.
@ Francisco G.Espadas All rights reserved.
La rutina es una máquina de escribir vieja y desgastada, llena de tornillos que el tiempo se encarga de aflojar y de apretar... La rutina te envuelve en sus tristes y grises manos, y como el humo denso hace que la piel se agriete, se llene de esporas que se enraizan en lo más profundo del alma...
La rutina te envuelve, sí, como el fuego apagado que sólo expulsa humos negros... La idea de la rutina no existe... antes de que se aparezca, el tiempo pasa dejando su estela de periódicas obligaciones... Es fácil romper con la cobardía, pero la valentía de romper con el día a día se escondió detrás de un muro de preciosas piedras, cada vez más pulidas, casi aúreas que se engorda y crece hasta no dejarte ver el cielo...
Un día se me cayó la rutina encima, y ni siquiera me di cuenta... Comencé a vivir dentro del muro; el aire también era respirable y simplemente me senté a esperar entendiendo que el golpe de luz estaría siempre en la próxima parada.
@ Francisco G.Espadas All rights reserved.
7 Comments:
Enhorabuena por tu nuevo blog!!!
Ya compartiremos enlaces con el mio, si te apetece.
Acostumbrado a inspirar vocaciones de caperucitas rojas?...
Ya sabes, no podía dejarte ileso en este primer post de uno de mis chistes malos. Un abrazo.
Leyendo ¿de nuevo? "El mensaje secreto" vuelvo a maravillarme de tu pluma -la literaria desde luego, que no se interprete por otra- aunque desde luego fue incomparable con el privilegio de escucharla la primera vez de tu propia voz, con sus énfasis, entonaciones y silencios...los mismos que les puso tu ingenio cuando lo escribiste. Me tomo la atribución de pasarle el vínculo a mi padre, un exquisito lector que seguro disfrutara de tu letra, que con sus ojos la llevará al otro lado del Atlántico. Un pequeño viaje de ida y vuelta...
Leo por retazos para esquivar el riesgo de "engacharme" a escribirte los mil y un comentarios, como aquel libro de las mil y una noches. Es así como he vuelto a leer Hanna y pienso -y siento- lo mismo que con el "Mensaje secreto". Me llamó particularmente la atención las Probables Historias de No y Si, sobre todo porque me recordaron viejos deseos de "conjurar con un si lo posible y con un no lo improbable"...
Finalmente -por hoy- al disfrutar Memorias, y leer de la práctica de la caida libre de tu "personaje" asentí al pensar en el vertigo. Milan Kundera, en su libro La Insoportable Levedad del ser -y sí, ya sé que prefieres que te dedique letras presentes- expone su particular visión del vertigo, tema que a mi me fascina... El vertigo es realmente el intrinseco e inconfesable deseo de caer... para ser levantado... quizás.
Una vez escribi -y varias veces lo he repetido- que "la nostalgia es un cociente cuyo denominador es cero y por lo tanto tiende al infinito". Me sigue delatando mi afición por las matemáticas, aún -y precisamente porqué no- en las letras. La remembranza de esta frase fue inmediata cuando lei "El relato dinámico de la historia que nunca acababa". Frases implacablemente certeras, varias, pero si me permites una queja el principio no le hace honor al final -que se me antoja más que genial pero aún no encuentro un buen adjetivo para expresarte mi impresión-. Gracias por regalarnos tu blog...
PD: Nuestra amiga en comun, D, no va a poder asistir al curso de la semana que viene y podría cederte su cupo si aún estás interesado.
La inexistencia de absolutos... la relatividad como regla...
Golpeas y aciertas, con tus expresiones, la síntesis de ideas mías de antaño -y vigentes, que esto no es cuestión de modas- y me sorprendo de las coincidencias y los encuentros, una vez más. Parece que a todos nos llega a golpear la fuerza del Aqui y el Ahora -con mayúscula, aunque suene a título de libro de autoayuda- y lo hace, bien lo dices, en detalles tan sutiles como una sonrisa... En la universidad aprendí una técnica de análisis de discurso llamada "Aplicación del Diferencial Semántico". No es lugar para exponerla pero -vaya, como si hicera falta- valida rigurosamente que tu texto "Lo irreal" muestra una realidad insoslayable... o no...
Me siguen gustando más los finales de tus historias que los principios, y lo noto quizás por esa manía del "punch" que me quedó de mis años de diarismo.
Entiendo que éste es un blog de historias, pero me gustaría conocer algún día tu opinión sobre los sueños... Leo tu historia sobre tu sueño en el callejón oscuro y me inquietan tus alegorías. Una buena amiga sostiene que nuestra psique escoge cuidadosamente -nada queda al azar- cada uno de los personajes de nuestros sueños, que al fin y al cabo somos nosotros mismos proyectados con ciertos atributos que no otros. Yo sueño mucho. Sueños cherentes, incoherentes, solitarios, concurridos, emotivos, activos, muchos... Siempre me he negado a escribirlos -aunque si he editorializado con ellos-, pero creo que sería un buen momento para comenzar...
Viaje desde el lado femenino: La excepción.
Me pareció genial su comienzo, pero luego se me antoja un poco caótico. Se confunden las ideas, los planos narrativos, y el final me deja una sensación absurdamente inconclusa. En cualquier caso, éste más que otros me da la impresion de ser escrito en ese estado de durmevela, ese que cabalga entre la vigilia y el viaje onírico irremediable. Es como si mientras escribes dejaras que tus dedos soñaran... pero sólo tus dedos... (In Freud we trust, jejejejeje).
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