Volviendo a la senda de las palabras
Año 2010, ¿quién sabe? El horizonte rojo se volvió azul y la yerba es ahora mucho más verde. ¿Por qué? -se preguntaba. Tecleaba sin pensar, sin apenas revisar lo que iba surgiendo de sus dedos. Aprovechando la ventana inconsciente de la soledad, mientras su perro jugaba a esconder juguetes, gimoteando, en su mente se proyectaban varias imágenes al mismo tiempo.
La tarde se había parado por completo, repleta de nubes... ¿Dónde estás? - se preguntaba.
Hace algún tiempo que escribí la historia sin fin, y ahora, en medio de la espiral permanente, aunque no estancado, no había otro horizonte que el de esas nubes oscuras que dibujaban un cielo iluminado.
Había descubierto que el tiempo no existía... Había descubierto qué es lo que no era, aunque lo olvidaba a menudo. Pulsaba y pulsaba teclas, movido por eso que sí era, despreocupado de sus pensamientos.
Un collar rojo rodeaba el cuello de L.Q., su perro, y la luz de la lámpara iba cobrando más protagonismo a medida que la tarde se apagaba.
Si has leído hasta aquí habrás descubierto que no hay historia alguna que contar, quizás porque, en el fondo, temo que la leas y me descubras...
La tarde se había parado por completo, repleta de nubes... ¿Dónde estás? - se preguntaba.
Hace algún tiempo que escribí la historia sin fin, y ahora, en medio de la espiral permanente, aunque no estancado, no había otro horizonte que el de esas nubes oscuras que dibujaban un cielo iluminado.
Había descubierto que el tiempo no existía... Había descubierto qué es lo que no era, aunque lo olvidaba a menudo. Pulsaba y pulsaba teclas, movido por eso que sí era, despreocupado de sus pensamientos.
Un collar rojo rodeaba el cuello de L.Q., su perro, y la luz de la lámpara iba cobrando más protagonismo a medida que la tarde se apagaba.
Si has leído hasta aquí habrás descubierto que no hay historia alguna que contar, quizás porque, en el fondo, temo que la leas y me descubras...